—¿Cuánto importan los vidrios rotos?
—Noventa copecks.
—¡Noventa copecks, Micha! En el restaurante Francés nos hubieran cobrado nueve rublos.
El héroe sacó un rublo y se lo tendió al caritedioso y soñoliento individuo.
—¡Tomal Devuélveme diez copecks. Es decir, no me los devuelvas: tráeme otro bock.
Los ojos del héroe se volvieron a mí risueños, triunfales.
II
El veterinario habló en voz queda con su camarada, se levantó, se acercó al mostrador y le preguntó al dueño: —¿Cuánto quiere usted por ese negro?
El indice de su mano derecha señalaba a un negro de barro, de cerca de un metro de tura, que había sobre el mostrador.
—¿Por ese negro? Cuatro rublos.
—¡Cómol ¿Cuatro rublos por esa porquería?
— Fijese en lo bien hecho que está; ¡es un verdadero objeto de arte!
—¡Es un negro de lo más vulgar! Los hay en todas las tabernas. El material no valdrá un rublo.
—¿Y el trabajo? ¿No vale nada?
—Bueno; pongamos un rublo por el trabajo. Le doy a usted dos rublos.
—¡Imposible! ¿Ha visto usted qué ojos, qué pie!
más reluciente?
AVERCHENKO: CUENTOS. —T. I.