Página:Arkady Arvechenko - Cuentos (1921).djvu/32

Esta página no ha sido corregida
32
 

—¡No! ¡No tienes valor!

—¡Tú no me conoces! ¡Yo soy tremendol ¡Mira!

Las seis botellas, con un estrépito ensordecedor, cayeron al suelo.

El dueño de la cervecería se acercó y le suplicó al héroe que diera fin a sus hazañas.

—¡Se pagará todo, no se preocupel —No es por eso, señor; es por el ruido. Ese caballero...

Yo, al ver que el dueño de la cervecería me señalaba a mí, le interrumpí, encogiéndome de hombros: —No; a mí no me molesta el ruido.

El veterinario me saludó, reconocidísimo.

—Gracias, caballero; es usted muy amable. ¿Verdad que es muy barato? ¡Cinco copecks la botella!

Y, dirigiéndose al funcionario, repitió: —¡Cinco copecks la botellal —No es caro, no. Ya ves, por un rublo puedes romper veinte.

— En los restaurantes elegantes el romper botellas te cuesta un ojo de la cara... ¿Y los bocks? ¡Diez copecks!

El veterinario cogió un bock, lo sometió a un minucioso examen y lo estrelló contra el pavimento.

—Eso, en el restaurante Francés, le costaría a usted lo menos un rublo—dijo el dueño, impasible.

—¡Ya lo creol... Micha: rompe tu bock, no seas tonto. ¡Diez copecks no van a ninguna partel El funcionario rompió su bock.

—¡Bravol ¡Asi me gustal... ¡Mozo, otros seis bocks!

Un cuarto de hora después el héroe llamó de nuevo al mozo.