LOS LADRONES
Estando yo de visita en casa de Krasavin, y entregado a los goces de una amena charla, entró la criada y me dijo:
—Le llaman a usted por teléfono.
La miré asombrado.
—¿A mí? ¡No es posible! No le he dicho a nadie que venía aquí...
—Sin embargo, le llaman a usted.
Me encogí de hombros y seguí a la criada al recibidor, donde estaba instalado el teléfono.
Descolgué el auricular, y lleno de curiosidad apliqué el oído.
—¿Con quién hablo?
—Con Chebakov. Oye: estamos en el cabaret Alhambra. Sólo faltas tú. Ven en seguida.
Yo contesté:
—No puedo. Tengo que terminar un trabajo urgente. ¿Cómo es que, no habiendo nadie en mi casa, pues la criada se ha ido a pasar el día con sus padres, sabes que estoy en casa de Krasavin? ¿Quién te lo ha dicho?
—¡Vamos, no bromees! Acabo de telefonear a tu casa y me han contestado que estabas ahí.