Página:Arkady Arvechenko - Cuentos (1921).djvu/13

Esta página ha sido corregida
13
 

—¡Ay, no! ¡Esturión, no!

El caballero le lanzó a la dama una mirada furiosa y le tendió la carta.

—Me has dicho dos veces que elija, y las dos veces te ha parecido mal el plato que he elegido. Comprenderás...

—¿Qué?

—Que por muy paciente que se sea... Si llevaras dos días sin comer, no tardarías tanto en decidirte. Es necesario que renuncies a ese papel ridículo de niña mimada y caprichosa.

—Si sigues hablándome en ese tono, esta es la última vez que nos vemos.

—Pero, hija, es natural que te hable en este tono. Se te da la carta para que elijas, y empiezas a hacer dengues, a decir: «¡Ay, qué pesadez!», como si se te obligase a preocuparte de una cosa que no te interesa. Si no te interesa, ¿por qué rechazas los platos que yo te elijo?... Elige tú, y asunto concluído.

—¡Qué amable, qué fino, qué galante! ¡Pareces un albañil! Hace cinco meses eras todo delicadeza... ¡Jesús, cómo has cambiado!

—Hace cinco meses, querida...

—¿Qué? ¡Acaba!

—¡Pero, mujer, por todos los santos! El maître d'hôtel está esperando. No se debe abusar de la paciencia de nadie, y menos de la de la gente que no puede mandarle a uno a paseo.

—¡No admito lecciones! ¡Me está usted gritando, caballero, como un mozo de cuerda!

La dama hablaba en un tono lleno de altivez, como