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—¿Viven ustedes aún en la calle de X?

—¡Ca, no, señior! Nos mudamos, hace tres meses, a la isla Vasiliev.

¡Qué atrocidad! ¡Menudo viaje de ida y vuelta supone para usted este recadito!

—Pues aun he de ir a casa de otros dos señores con otras dos cartas.

II

Dos días después, a cosa de la una de la tarde, mi criada me anunció de nuevo a la de Zveriuguin.

—¿Otra vez? ¿Qué quiere?

—Trae otra carta.— Que pase.

La gentil sirvienta entró en mi despacho.

—¡Hola, bonital ¿Cómo está su amo?

—Bien, gracias, señorito.

—Me trae usted una carta, ¿eh?

—Sí, señor. Tómela.

He aquí lo que me escribía mi amigo: "Querido Arkady: Celebro tanto que no tengas apuros económicos. La última vez que estuviste en casa te dejaste olvidados sobre mi escritorio unos periódicos y el prospecto de un almacén de muebles. Te los guardo. Si los necesitas, dímelo y te los mandaré.

¿Cómo te va? Escríbeme largo y tendido; tu estilo admirable me encanta. Un abrazo. Muý tuyo VASILISK.