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APUNTES

Muerto Almamon, le sucedió un hijo suyo apellidado Abdelowahed Ar-raxid, al cual presentaron unos alárabes la cabeza de Yahya, asesinado en el desierto por ellos. Tras él vino su hermano Ab-l-hasan Alí, y luego uno de sus parientes llamado Abu-Hafss, y por último Abu-Dabbus, que siendo capitán famoso entre los almohades, se pasó al campo contrario, ofreciéndole á la nueva dinastía de los benimerines la mitad del imperio si le ayudaban á ganarlo.

Y así sucedió; pero no tardaron en originarse contiendas sobre el repartimiento de las tierras, las cuales pararon en que los benimerines se alzasen con todo, protestando que Abu-Dabbus les negaba lo prometido. De la ambición de los nuevos conquistadores bien puede creerse que fuera pretexto, y no otra cosa, para señorearse del imperio. Durante aquellas contiendas civiles y guerras extranjeras figuraron constantemente en los ejércitos almohades los aventureros cristianos que había traído Almamon de Castilla. Los hechos de aquella gente fueron maravillosos, al decir de la historia africana; su amistad era buscada y temido su nombre; su influjo tal, que solos supieron mantener aquel resto del poder de los almohades, desde Almamon hasta Abu-Dabbus, contra enemigos tan formidables como lo combatían. Pero al fin todo cayó; y el imperio vastísimo, que contaba á un tiempo por capitales á Sevilla, Marruecos y Fez, desapareció del mundo para siempre. Aquí acaba el mejor período de la historia mauritana: el imperio del Mogreb-el-Aksa, ó el África occidental, había en él tocado el punto más alto de su fama, grandeza y poderío.