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APUNTES

Marruecos, se levantaron contra Aladel, prendiéronle, y como se negara animosamente á reconocer á Abulalá, que era aclamado de todos por soberano, le quitaron en suplicio bárbaro la vida. Los rebeldes enviaron al punto embajadores á Abulalá, ofreciéndole el trono; pero antes que volviesen con la respuesta, arrepentidos de ello, nombraron por emperador á Yahya, hermano de Almostansir, que era sin duda, de los parientes de éste, quien más derechos tenía al imperio. Abulalá, denominado Almamon, que se juzgaba ya seguro en él por la embajada que le habían enviado de Marruecos, sintió mucho la afrenta, y determinó mover guerra á su sobrino; mas éste, que era sagaz y determinado, aunque mozo, se le adelantó enviando ejércitos á España que lo combatiesen. Duró la guerra por muchos años con varia fortuna entre ambos competidores, ora en la parte de acá, ora en la parte de allá del Estrecho, peleando por Almamon y dándole las más de las veces la victoria un escuadrón de doce mil aventureros castellanos al mando de un capitán á quien llamaban los árabes Farro-Casil, dado que otro debía ser su nombre, y se ignora.

Al fin Almamon logró dominar en Marruecos y en la mejor parte de Mauritania, arrojando á Yahya á los desiertos, de suerte que á él debe considerársele como verdadero emperador. Era aquel príncipe natural de Málaga y hombre de prendas, pero iracundo y cruel, como lo demostraron sus hechos. Él puede decirse que acabó con el imperio de los almohades, á los cuales persiguió cruelmente; degollando á muchos de ellos y proscribiendo sus usos y leyes, á tal punto, que llegó á maldecir el nombre del falso Mahdi en el púlpito de la mezquita de Marruecos, mandando que fuesen quema-