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RAS LOS CALIFAS de Córdoba vinieron á gobernar el Mogreb los príncipes Almorávides, de cuyos principios y grandeza dan larga razón las páginas del Cartas, que tan cuidadosamente va siguiendo este relato. En la parte meridional de Mauritania, tocando con el gran desierto de Sahara, habitaban tribus bárbaras que apenas tenían de mahometanas otra cosa que el nombre. Sabedor de tal ignorancia un cierto Abdalla-Ebn-Yasim, natural de Sus, doctísimo letrado, y movido por las exhortaciones de un peregrino de aquella tierra y de algunos de sus allegados y amigos, partió allá y predicó con gran celo y fortuna la doctrina alcoránica. Acudieron á oirle turbas innumerables de aquellas cabilas, y principalmente de las de Gudala y Lamtuna, las cuales mostraban tal fervor en su enseñanza, que Abdalla, conmovido y entusiasmado, dio en llamarles almorabitin[1] ó santos, de donde

  1. Quiere decir los que viven en las rábitas y hacen la guerra de frontera.