meza en el ánimo. Conservóse en el trono de Mauritania hasta el año 315 de la égira, que es el 917 de nuestra Era, en cuyo tiempo vino contra él Mosala, natural de Mequinez, como lugarteniente de Abdallah, señor entonces de la parte oriental de África, el cual lo derrotó en campal pelea, y poniendo luego cerco á la ciudad de Fez, donde se fortaleció, le obligó á pagar tributo y reconocer vasallaje. El infeliz Yahya vio perdida en un punto toda su grandeza, siendo reducido á obedecer los mandatos de gente extranjera, aunque de la propia religión y estirpe. Pero no pararon aquí sus azares. Un cierto Muza, xeque de la tribu de Mecnesa, anhelando por imperar, y envidioso de las virtudes y fama de Yahya, se había juntado con Mosala para vencerle y humillarle, y no satisfecho con haberlo conseguido, meditaba continuamente su total ruina. Al fin logró que Mosala prendiese á Yahya, cuando éste amistosamente iba á su encuentro, y que le atormentase por mil bárbaros modos, hasta conseguir de él que dijese dónde tenía ocultos los tesoros del imperio; que acaso pintándoselos como muy grandes, y excitando con ellos su codicia, fué como Muza alcanzó del capitán africano que ejecutase alevosía tan horrenda. Yahya fué desterrado en seguida, pobre y miserable, á la parte de Arcila, y de allí al África oriental; pero el odioso Muza, pronto siempre en atormentar á su émulo, le asaltó en el camino, y le tuvo en hondos calabozos por espacio de veinte años, de donde el triste rey no salió sino para morir á los pocos días en el asalto de una ciudad extraña. Entretanto gobernó el Mogreb-Alacsa por algún tiempo Raihan, en nombre de los soberanos de la provincia de Yfriquia, que comprendía la parte oriental de la tierra donde an-
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