de Muza. Mala fué la jornada para España; tanto, que no cuentan las historias del mundo otra más desdichada. Muza-ben-Nosseir deja el África á la fama del triunfo, llega, invade, conquista todo el territorio hasta el Pirineo, y ya iba á traspasarlo, aún más hambriento de batallas y de gloria, cuando envidia y calumnia conjuradas lograron derribarle de la estimación del califa; y vuelto al Asia, murió pobre y desconocido entre los de su tribu. Político no menos hábil que capitán famoso, logró en África que los vencidos amaran á los vencedores y en España que los esclavos admiraran la piedad de sus dueños, cosas ambas menos famosas que singulares y grandes. Al recorrer la historia de Marruecos, el ánimo se para sin querer ante ese olvidado sepulcro, y á pesar de la diversidad de raza y la contrariedad de creencias, lo saluda con respeto.
La Mauritania Tingitana y el resto del África septentrional, continuaron dependiendo del imperio árabe y de los califas de Damasco por mucho tiempo. Pero á la verdad, los emires sucesores del conquistador Muza, no alcanzando su prudencia y esfuerzo, no pudieron alcanzar tampoco tan buena fortuna. Hubo, pues, largas vicisitudes en toda el África, pugnando los naturales por recobrar la antigua independencia, y divisiones además en cismas religiosos, que produjeron horribles contiendas. Si ha de creerse al historiador Cardonne, murieron de amazirgas, en dos batallas perdidas contra Hantdala-ben-Sofian, general del califa Yezid, treinta mil hombres en la primera, y ciento sesenta mil en la segunda. Pero no por eso dejaron los amazirgas y las otras tribus hermanas de pretender su independencia de los califas. Es de notar, sin embargo, que en estas re-