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HISTORIA DE MARRUECOS

gobernaba por los godos en aquellas partes, y juntas las fuerzas pelearon valientemente en varias ocasiones. Al fin los godos, no pudiendo resistir al número de sus contrarios, dejaron el campo y se encerraron en las ciudades: Muza se apoderó de Tánger, que era una de las principales, y luego de otras varias, hasta reducir el imperio godo en África al recinto fortísimo de Ceuta. El conde D. Julián se defendió allí tan bravamente, que el árabe, dando por terminada la conquista, hubo de retirarse á Cairowan, capital de su gobierno, dejando encomendado el bloqueo de la plaza, que estaba seguro de rendir tarde ó temprano, si no por armas, por hambre, á su hijo Merwan, y el mando de Tánger y las cercanías á Taric-ben-Zeiad, capitán veterano á quien amaba mucho, y del cual hacía gran cuenta. Así pasó algún tiempo, durante el cual los bereberes de aquende el Muluya fueron imitando el ejemplo de sus hermanos de allende el río, y abrazando el islamismo. Los tristes godos en tanto, no pudiendo encerrar sus personas y bienes dentro de los estrechos muros de Ceuta, iban dejando la tierra de África, que fué por tanto tiempo de sus padres, y abandonando sus labores y hogares. Ninguno de ellos apostató de su nación y fe: pobres y desvalidos, prefirieron morir libres, aunque pobres, en España, que no vivir ricos debajo del brazo extranjero. No sabían ellos que aun allí habían de perseguirlos los jinetes de Muza; que Dios había estampado un sello de esclavitud sobre su raza, que, sin ocho siglos de guerra y de sangre, no había de ser borrado.

Desde entonces quedó sin contraste, en poder de los árabes, el África septentrional. Por primera vez formaba una nación aquella gente, desapareciendo las inmemo-