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HISTORIA DE MARRUECOS

Estado, preciso es que sepan que lo son para dirigir la política, y no para realizar las inspiraciones poéticas de las naciones. Desde estos puntos de vista, el escritor de 1851 y el de 1860 pueden aparecer, y aparecen realmente como uno mismo, á pesar de la aparente diversidad de sus apreciaciones.

No es porque Tetuán sea una mala ciudad, por lo que la evacuación era necesaria á nuestro juicio; como ella es, han sido las mejores ciudades españolas en otro tiempo. No es, ni mucho menos, por evitar al ejército alguna parte de sus dolorosos sacrificios, por lo que la paz debe parecer excusable. ¡Ay de las naciones donde se pese ó se cuente el precio de la gloria, donde los ejércitos escatimen su sangre, donde los pueblos regateen su dinero cuando se trate de grandes intereses morales ó de grandes intereses futuros! Ni al ejército ni á la nación española debe hacerse semejante injuria. ¿Cuántas rocas hay en España que valieran la sangre que costaron á nuestros padres? ¿Qué cosa material buscaban en Mulhberg los soldados de Carlos V? ¿Qué inmediatos frutos esperaban en la mar de Lepanto los marineros de Felipe II? ¿Está bien averiguado que la guerra de la Independencia favoreciese nuestros intereses materiales é inmediatos? ¿No hay á nuestras puertas hoy día quien sabe ir á Sebastopol, sólo por ensayarse á hacer gran papel en Europa? ¡Infelices de los que no sienten estas verdades, más evidentes para los buenos que los más sencillos teoremas geométricos! ¡Ay, volvemos á decir, del país donde pueden pronunciarse siquiera semejantes sentimientos sin vergüenza ó sin escándalo público! Lo que hay es que las obras de la política son por naturaleza, para ser seguras, sucesi-