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HISTORIA DE MARRUECOS

sión seguramente, ni menos aún por ensalzar las ventajas ó los triunfos de un partido político en lo que es sin duda alguna gloria de todos los españoles, sin distinción de opiniones. Su único propósito es dejar establecidos los antecedentes necesarios antes de explicar, siquiera sea en breves palabras, la relación que hay entre las opiniones antes citadas del autor de estos Apuntes, y las que ha profesado durante los últimos sucesos.

La paz recientemente ajustada con Marruecos ha sido mal acogida, en lo general del país, no hay que dudarlo; se ha pactado el abandono de Tetuán, única conquista importante de la guerra; se han limitado nuestras ventajas actuales á llevar á las vertientes septentrionales de Sierra-Bullones nuestra frontera. ¿Es esto lo que esperaba la nación déla guerra? No, seguramente. ¿Pero es esto lo que debía desear ó esperar de la guerra el escritor que nueve años antes había aspirado á que se llevasen hasta el Atlas los límites de nuestra dominación, reconstituyendo la España de los romanos, de los godos y de los insignes ben-humeyas de Córdoba? Sí, esto esperaba solamente; esto, poco más ó poco menos; y no tiene inconveniente en declararlo el día después de la paz, porque era de los que la víspera de aquel acontecimiento sustentaban esta opinión sin reserva. Por humilde que se considere el que escribe estas líneas, basta que se haya dirigido al público en estas dos distintas ocasiones para que éste tenga derecho á investigar la consecuencia de sus juicios, y para que él se crea en la obligación de demostrarla. La opinión pública procede más por inspiración que por razón; sus sentimientos, respetables siempre, porque son generosos y nobles, deben tenerlos en cuenta todos los gobiernos dig-

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