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APUNTES

De cierto debe contarse este castigo como pretexto del romano para ejecutar una empresa que acaso muy de antemano meditaba. Belisario desembarcó en África, derrotó á Gelimer, y cargado de cadenas, lo llevó á Constantinopla, donde murió de remordimiento y por no poder sufrir la vida particular á que quedó reducido. Cubrióse de gloria en esta conquista el general bizantino, que bien puede ser reputado como el último de su nación. Ni el imperio logró más prosperidades los años adelante; aquello fué un relámpago que alumbró, tronando, sus escombros. El espectáculo de la persecución que padeció más tarde Belisario por aquella patria ingrata, después de tantos servicios y victorias, es ciertamente de los más tristes y odiosos que presenta la historia. Nada había adelantado el imperio con cambiar de metrópoli; desapareció la autoridad del nombre, y quedó la vileza de los últimos días de Roma. Constantinopla, si no fué heredera de tanta gloria, lo fué de los mismos escándalos y crímenes.

Terminado en tanto en África el poderío y dominación de los reyes vándalos, herederos de Genserico, que duró cerca de cien años, la Mauritania Tingitana volvió á entrar en el imperio con las provincias limítrofes que antes, como ella, obedecían á los vándalos.

Mas no faltaron guerras en los años sucesivos. Un soldado de miserable condición, llamado Stozas, se alzó contra Salomón, que mandaba en África por Justiniano, y usurpó el poder supremo. Salomón tuvo que huir, y entretanto aquel rebelde hacía matar á los principales capitanes y caballeros romanos, y devastaba el territorio. Á punto llegaron las cosas que Belisario hubo de tornar con ejército formado para vencer á los rebel-