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HISTORIA DE MARRUECOS

ser extremado en una y otra. No fué culpa suya si la monarquía que fundó en África no llegó á consolidarse como las de los godos y francos. Los amazirgas y bereberes que poblaban aquellas tierras diferían sobradamente de los guerreros septentrionales para que pudieran confundirse con ellos, y por otra parte, era mucho el amor á la independencia que muchos de ellos gozaban, y otros disputaban constantemente, para que entrasen gustosos en la nueva monarquía. Otra era la situación de España y de las Galias, completamente dominadas por los romanos, acostumbradas á la obediencia y con mayor proporción y comodidad en sus climas para las tribus septentrionales que las ocuparon. Genserico llamó antes de morir á sus hijos, y para estorbar que el deseo del mando encendiera en ellos discordias, dispuso que se heredaran unos á otros y de mayor á menor. Por extraña que parezca esta manera de sucesión, ello es que el imperio de los vándalos se libertó con él de guerras civiles por algún tiempo. Á Genserico sucedió Hunnerico, á éste Gundamundo ó Gundarbando, y luego Trasamundo. Las historias nos pintan á estos reyes solamente ocupados en apagar las insurrecciones que encendía el deseo de independencia en los naturales, y en perseguir, como arríanos que eran, á los católicos. Tras ellos vino Hilderico, hijo de Hunnerico, que fué harto inferior á sus antecesores. Gelimer, su primo, capitán esforzado, sin cuidarse de lo mandado por el abuelo, se levantó contra él y le dio muerte, apoderándose del trono. Andaba el poder romano un tanto pujante aquellos días por el valor y fortuna de Belisario, al cual, oída la traición de Gelimer, mandó el emperador Justiniano que fuese á castigarla.