cho en nuestro propósito. De la guerra de Marruecos, más feliz que otras en ello, recogerá sin duda la España venidera, curiosas relaciones y Memorias llenas de pasión, de vida, de entusiasmo, de ingenio las más, de verdad todas; y será gran fortuna por cierto para los historiadores futuros tener á mano materiales de tanta importancia. Y aun es de esperar que se escriban también Memorias militares, técnicas, facultativas que aclaren los sucesos, que enseñen á los venideros á reparar las faltas cometidas ahora, que les muestren la senda por donde deben ir para exceder los aciertos presentes. Pero hoy aún no es posible ofrecer en breves páginas la fría y concienzuda apreciación de la historia, y por eso seremos muy sobrios al llegar á este punto. Séanos lícito, sin embargo, recordar algunos hechos y citar algunos nombres con la estimación que hoy unánimemente les consagra la opinión pública. La creación de un ejército de cuarenta mil hombres y más de sesenta cañones en Algeciras, Cádiz, Málaga y sus inmediaciones, ejecutada en breves días por medio de la vía férrea del Mediterráneo y los vapores de guerra y mercantes de la marina nacional; la organización de campaña de este ejército, llevada á término en dos meses escasos, aunque las tropas no habían formado nunca brigadas, divisiones ni cuerpos, desconocían los hábitos y hasta el material de los campamentos, y no tenían trenes de sanidad, ni almacenes, ni transportes, ni nada de lo que necesitaban regimientos dispersos en pequeñas guarniciones, para aventurarse á invadir una tierra extraña y desierta, con el mar á espaldas; la excelente constitución en que se halló á la infantería, y principalmente á los batallones de cazadores; la perfección de la
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