de su rudeza, que no era á él á quien podía atribuirse la fácil derrota de Ysly, sino á la ineficacia de la caballería sola para combatir con los formidables cuadros de la infantería francesa. Por otra parte, los más de los alcaides, bajas y funcionarios le debían su fortuna, porque él había influido mucho en el imperio durante los últimos años del reinado de su padre. Las cabilas y el vulgo de las poblaciones no parece que le amen mucho sin embargo, y preferirían tener por señor á su hermano Muley-el-Abbas, según ha podido averiguarse en sus recientes relaciones con los españoles. Era ya acusado Sidi-Mohammed, al subir al trono, de ser por extremo severo y algo aficionado á los usos y costumbres de los europeos; suponiéndose que no había introducido aún grandes reformas en Marruecos, su residencia habitual, por no disgustar á su anciano padre, que era muy opuesto á todo género de innovaciones. Ahora el disgusto será mayor en el imperio por los desastres de la guerra con España, y no falta quien diga que comienzan á apellidarle como á Boabdil, el zoigobi ó el desdichado.
Sobrevino la guerra con España, á pesar de los deseos que realmente tenía el sultán de mantener la paz y de los esfuerzos mayores que hizo para impedirla la diplomacia inglesa. Desde que el general Herrera apareció con su escuadrilla delante de Tánger, el ministerio inglés, alarmado, pidió con su ordinaria altivez explicaciones. A medida que fueron agravándose las circunstancias, fué mayor la inquietud del gobierno y de la nación inglesa, acostumbrada ya á considerarse como señora de la costa de África, y á no ser contradicha por España. Pero el peligroso estado del mundo, la prepo-