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APUNTES

este suceso, que sólo podía ser inesperado con un absoluto desconocimiento del arte de la guerra, llenó de dolor, pero no desesperó un punto á Muley-Abderraman. Pronto á luchar todavía, y confiado en romper entre los montes y yermos del país á los franceses más tarde ó más temprano, comenzó á juntar nuevas tropas y á preparar nuevos pertrechos y armas. Pero en esto llegaron mensajeros de parte de los franceses pidiéndoles la paz. Ofrecían evacuar á Ugda y todo lo que habían ocupado en el territorio marroquí, con tal de que Muley-Abderrahman se comprometiera á internar á Abd-el-Kader en alguna provincia remota ó á expulsarle del imperio, y á no hostilizar á la Francia. El sultán había ya conocido que sus fuerzas no bastaban para conquistar la Argelia, y que para tal empresa no podía contar con ayuda alguna de los ingleses. Prestó, pues, oído á los tratos, y por medio del bajá Sidi-Bushilan, se ajustaron las paces en Septiembre de aquel año de 1844, sin que exigiesen siquiera indemnización de guerra los franceses, porque, según se dijo entonces en aquel país, «era bastante rica la Francia para pagar su gloria».

En el mismo año en que se hizo esta paz terminaron las diferencias del imperio con Dinamarca, Suecia y Holanda. Pretendían estas naciones eximirse definitivamenta del tributo que tenían costumbre de pagar al imperio para librar de las piraterías de los moros sus naves mercantes, y apoyaron su pretensión enviando á las vecinas costas algunos buques de guerra; pero todo se arregló pacíficamente por mediación de la Inglaterra, y porque realmente el sultán no tenía recursos marítimos para exigir por fuerza la continuación del tributo. Mayor importancia parecía tener la diferencia que casi al