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APUNTES

parte, y que entre los pueblos del lado allá del Muluya, frontera natural del imperio, solían recabar tributos unas veces los sultanes, y otras los beyes, pudiendo decirse que estaban á merced del primer ocupante. Así, pues, el derecho podía ser igual, y, obrando de buena fe unos y otros, habría podido hallarse fácil avenencia. Pero no era tal el propósito del sultán, y los términos arrogantes y absolutos de su pretensión no dejaban esperar que fuese bien recibida de los franceses. Mientras duraban estas contestaciones iba acrecentándose el campo de Ugda con frecuentes refuerzos. El 30 de Mayo llegaron de Fez numerosas hordas de caballería al mando de Sidi-Almamun-ben-Xerife, otro hijo de la numerosa prole de Sidi-Mohammed, y tío del sultán reinante. No bien llegó al campo Sidi-Almamun, determinó invadir el territorio en cuestión sin declaración ni intimación alguna; atribuyóse este paso al ardor del caudillo y de sus soldados; pero viniendo aquel día de Fez, parece más natural que obrase por instrucciones de la corte que allí residía. Puesto al frente de dos mil caballos escogidos, cruzó Sidi-Almamun el Guadi-mailah en compañía del alcaide Alí-el-gnaui, que tenía el cargo de gobernador de Ugda. Como unas dos leguas habrían andado, cuando tropezaron con las divisiones de los generales Lamoriciére y Bedeau, que estaban en observación del campo africano. El choque fué rudo; los jinetes marroquíes se lanzaron bizarramente sobre los enemigos, creyendo, en su ignorancia de las armas, aniquilarlos de un golpe; pero el fuego certero de la infantería francesa no tardó en ponerlos en desorden, y, antes de mucho, hubieron de volver grupas, repasando de nuevo el Guadi-mailah en dirección á Ugda. Ya es-