fieles compañeros, desdeñado de la población que oprimía con su imperio, sin armas ni soldados, no tenía otro recurso que ponerse en manos de su contrario y esperar de su generosidad la vida. Obtúvola, y además una renta proporcionada á su rango, con obligación de no salir de Tafilete, donde permaneció tranquilo el resto de sus días, que no fueron largos. Entretanto Muley-Abderrahman, desde las orillas del Guadiemquez se vino acompañado de innumerable gentío á Fez el viejo, y desde allí á Fez el nuevo, cuyos moradores le abrieron las puertas, recibiéndole también con grandes demostraciones de júbilo. Llegado á la alcazaba recibió en ella el homenaje de todos los alcaides y faquíes, y repartiendo mercedes entre los principales de sus vasallos, y poniendo en orden alguna de las cosas revueltas con la guerra civil, dio principio á su gobierno.
Fué éste tranquilo como ninguno se hubiese conocido hasta entonces en Marruecos. Un reposo patriarcal, apenas interrumpido por alguna sedición parcial y por la guerra extranjera, habría permitido al imperio desarrollar su prosperidad y su cultura, si esto fuese compatible con su religión y sus instituciones. Pero nadie recordaba ya siquiera las atrevidas reformas de Sidi-Mohammed: el fanatismo musulmán parece que crecía de año en año, según se aumentaba la ignorancia; y con escasa fortificación y armamento las plazas, completamente desorganizada la fuerza militar y desarmada la escasa marina de guerra, Marruecos fué durante el reinado del nuevo sultán una de las más bárbaras y de las más débiles potencias de la tierra. La población, copiosísima en tiempos antiguos, hay quien supone que no pasaría ya de ocho millones y medio de almas, y