guntándoles si eran gustosos en la designación del tío, y si, tomándole por señor, querían ayudarle á desalojar á su émulo de Fez el nuevo. Contestáronle que, reuniendo todo el ejército que pudiera, se viniera con él para Mequinez, y así lo hizo. Iban juntándosele por el tránsito numerosas cabilas y muchas gentes armadas, que con gran entusiasmo le aclamaban por soberano; y de esta suerte, cuando llegó Muley-Abderrahman á aquella ciudad se encontró con poder para acabar cualquiera empresa. En Mequinez recibió el sultán nuevos mensajeros de Fez el viejo, diciéndole que caminase aún algunas leguas hasta ponerse en la ribera del Guadiemquez, donde saldrían á esperarle, y tendría lugar su proclamación. Es el Guadiemquez río de algún caudal, que, pasando por delante de Fez, á no muy larga distancia de los muros, va á descargar en el Sebú sus aguas. Al llegar Muley-Abderrahman con su ejército á la orilla izquierda del río, le saludaron desde la orilla opuesta millares de hombres, venidos del contorno para verle y aclamarle. Distinguíanse entre todos los habitantes de Fez el viejo, y no pocos de Fez el nuevo, que, unidos ya con sus conciudadanos, mostraban el natural júbilo de la paz, después de tantas discordias; júbilo que más acrecentaba la fama de las buenas partes que asistían al nuevo soberano. El eco de las salvas que allí hicieron millares de espingardas, y el rumor y vocerío de las gentes que corrían al encuentro de Muley-Abderrahman , debieron llegar hasta Muley-Said, sirviéndole de mortales tormentos. Mientras su competidor recibía el homenaje de tantas tribus y cabilas, y era aclamado de ellas como Amir-el-numenin de todo el Mogreb-alacsa, él, abandonado de sus más
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