pacíficos propósitos, mandó desarmar en 1817 toda su marina militar, prohibiendo bajo severas penas el corso y piratería en sus Estados: cosas ambas de buen príncipe, aunque no de gran político. Que si él, en lugar de desarmarla; fomentara y protegiera la marina del imperio, quizás no hubiera sido en nuestros días tan á salvo humillado por las naciones marítimas. Mas el hecho que prueba sobre todos la bondad de alma de Muley-Suleyman es la libertad que mandó dar á todos los cautivos cristianos que halló en sus Estados, á pesar de las primeras medidas de Sidi-Mohammed; y esto sin reclamación ni súplica de nadie, sino de propia voluntad, prohibiendo que en adelante se les pusiese en cadenas, y obligándose aún á rescatar á los que cayesen en poder de los pueblos independientes del Sur y del desierto de Sahara. Notóse en especial en este príncipe una cualidad rarísima entre los habitantes del Mogreb-alacsa, y principalmente entre los sultanes, que era la liberalidad; puesto que el mismo Sidi-Moammed, que tan gran renombre dejó en África, no supo dejar de ser avaro como lo fueron sus predecesores. También fué notable Muley-Suleyman en la equidad y justicia, no pecando de riguroso ni de blando, imponiendo castigos, no para satisfacer la cólera, sino para corregir á los unos y dar á los otros ejemplo. Hombre, en suma, digno de alabanza por sus virtudes, ya que no albergase en su ánimo los altos pensamientos de conquistador y de político que los más quieren ver en los príncipes, ni dejase de participar en algo de los vicios y preocupaciones de sus antepasados y de sus súbditos.
Veinticinco años se mantuvo en alguna paz el Mogreb bajo el gobierno de este sultán, hasta que con-