con nombre de regalos. La facilidad con que los marroquíes pueden ejecutar el pirateo desde las embocaduras de sus ríos y ensenadas de peligrosísimo acceso, cohonestaba un tanto esta costumbre humillante, ya que en nuestra opinión no la justifique. Desde el siglo xvi, en que el comercio europeo adquirió, por el mar principalmente, tan notable prosperidad y ensanche, todos los gobiernos vieron gravemente amenazados los intereses de sus súbditos si no terminaban de alguna manera con el incesante pirateo que hacían los marroquíes, tanto quizá como por su odio al nombre cristiano, por la cuantiosa ganancia que tal ejercicio les ofrecía. Ocasiones hubo, y de alguna queda hecha mención en estos Apuntes, en que los corsarios marroquíes fueron no menos famosos que los de Argel, y no menos fatales que ellos al comercio europeo. Y en la disyuntiva de acabar estas piraterías por las armas, ó acabarlas por medio de tributos, ya que no bastaban los tratados mismos, las naciones cristianas, casi sin excepción, prefirieron lo último, tal vez considerándolo menos costoso y de más fácil logro; pero siempre fué mengua suya el someterse á tales obligaciones. Guarda era de ellas y del pago del tributo la marina marroquí, numerosa y diestra, que siempre á punto de corso, no necesitaba más que una señal del sultán para salir y destruir, entre las opuestas orillas del Estrecho, toda bandera enemiga. De este riesgo y castigo libró Muley-Suleyman durante las guerras de principios del siglo á las naciones, que empobrecidas ú ocupadas en defender su independencia, retardaron el cumplimiento de los tratados. Pero no se contentó con esto el sultán, sino que para cortar de raíz la piratería y asegurar más á las naciones cristianas de sus
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HISTORIA DE MARRUECOS