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HISTORIA DE MARRUECOS

paña. Al mismo tiempo Badía ganó de tal modo la confianza de muchos alcaides y personas principales del imperio, que creyó poder contar con ellas á todo trance. Participó á Qodoy sus adelantos pidiéndole los socorros necesarios, y éste, después de enviar á la costa de Marruecos á cerciorarse en lo posible de la verdad de sus planes á D. Francisco Amorós, persona de mérito no común y uno de los mayores confidentes que tenía, se resolvió á entrar en la conjuración. A mediados de Junio de 1804 se creía llegado el momento de obrar, y Godoy escribió al marqués de la Solana, capitán general de Andalucía, con quien mantenía acerca de este punto una correspondencia, publicada en Francia años hace[1], que «Muley Suleyman, supersticioso, estúpido, vicioso, cobarde y cruel, era aborrecido de sus súbditos, de modo que Ali-bey podía á su arbitrio destronarlo», y que según este mismo le había escrito, «tenía en sus manos un nuevo Motezuma».

Godoy, comparando con Hernando Cortés á Badía, juzgaba que nada podía oponerse al propósito de éste, porque de los hijos de Suleyman el mayor estaba desterrado, y todos los demás eran justamente aborrecidos por su padre y por el pueblo, á excepción del segundogénito, muy amado del padre, aunque no menos que los demás detestado y despreciado por los vasallos. No se esperaba más resistencia que la de Muley-Abdemelic, gobernador de Mogador; pero Ali-bey no parecía hacer de ello cuenta alguna. Precisamente el vicecónsul español en aquella plaza, D. Antonio Rodríguez Sánchez,

  1. Véanse algunas de las cartas en el Apéndice al tomo iv de la Cuenta dada, etc., del Príncipe de la Paz.