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APUNTES

su dulce y humano gobierno, sintió los impulsos del patrio amor y los estímulos de la gloria, y entró en su ánimo la idea de expulsar las armas europeas de su territorio, á pesar de lo mucho que gustaba del trato y cultura de los cristianos. Lleno de esta noble ambición escribió en 1774 una carta al monarca español noticiándole que se proponía, en unión con los argelinos, atacar todas las plazas cristianas que había en la costa africana, sin entender por esto rota la paz firmada años antes, ni interrumpidas las relaciones mercantiles. Era absurda, sin duda alguna, la pretensión del marroquí en esto de querer la guerra y la paz á un tiempo. Carlos III, en vista de todo, le declaró formalmente la guerra en un decreto fechado en 23 de Octubre de 1774. Dio entonces á luz un manifiesto el de Marruecos, procurando justificar su conducta con decir que las plazas marítimas de África no eran del sultán ni del rey, sino de Dios Todopoderoso, que haría al que se las diese dueño de ellas[1]. Replicó el gobierno español, fundándose en el texto mismo del tratado para rechazar sus pretensiones, y comenzaron las hostilidades al punto. El 9 de Diciembre del propio año se presentaron unos trece mil moros delante de Melilla é intimaron la rendición. Mandaba en la plaza el mariscal de campo D. Juan Sherlok, el cual respondió á la intimación con todo el desdén merecido. Vino el mismo Sidi-Mohammed al sitio con dos hijos suyos, y como tenía muchos renegados cristianos hábiles en el arte militar á su servicio, se comenzaron y llevaron adelante las operaciones con un acierto desusado entre los moros. Abrie-

  1. Ferrer del Río: Historia de Carlos III.