Abdallah, por su parte, consintió en recibir en su imperio á un hombre tan grande y tan útil como Pérez le pintaba á Ripperdá; y, con efecto, la recepción que le hizo á éste en Mequinez fué ostentosa y magnífica. Apenas se conocieron Ripperdá y Leila Yanet, los unió la cultura y el interés, y aun el amor á lo que se supone, de suerte que pronto fué uno mismo el interés de entrambos. Fué Ripperdá nombrado bajá, y al momento hizo reconocer por un criado de su confianza, llamado Martín, los presidios españoles de África, y propuso á Abdallah que se juntase un ejército para abrir él mismo la trinchera delante de Ceuta. Hubo un consejo con diversos pareceres en él; pero al fin triunfó Ripperdá, y en 1732, un cierto Jacobo Vandebas, criado suyo, que se pasó á Ceuta, declaró allí, y luego en Sevilla, donde estaba la corte, que aquel estaba pronto á marchar con treinta y seis mil hombres, la mayor parte negros, y un tren considerable de artillería, ofreciendo tomar la plaza en seis meses ó perder la cabeza. Entonces fué cuando se despojó al traidor ministro por real decreto de sus dignidades y títulos. No tardó en probarse la verdad del aviso. A principios de Octubre se aproximaron los moros á Ceuta, dirigidos por Ripperdá y á las órdenes inmediatas de Alí-Den, renegado y apóstata de la religión de Malta, según parece. Sabido esto por el general don Antonio Manso, que gobernaba en Ceuta, y teniendo noticia cierta por los moros de paz de que la vanguardia de los infieles estaba muy distante del grueso del ejército, y que no pasaba su número de cinco ó seis mil hombres, inclusos setecientos caballos, juntó un consejo de guerra, en el cual propuso salir á sorprenderla. Aprobóse por todos su proyecto; y al alba del 17 de
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