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HISTORIA DE MARRUECOS

cido, mandó poner á los oficiales en los tapiales por ripio, y echándoles tierra encima los pisó él mismo, acompañado de la gente de su servidumbre, hasta que, con los entapiados cuerpos, tomó cuerpo la obra, mandando luego á otros que la prosiguiesen, con la amenaza de que, si en breve plazo no la concluían, experimentarían igual suerte. En otra ocasión mandó sacar todos los dientes y muelas á un moro de distinción, hijo de un alcaide principal, llamado Zacatín, á quien él debía en mucha parte la corona, sin otra causa que el haberse pasado un hermano del paciente al partido del hijo que se le había levantado con el reino de Sus. Viendo en otra ocasión una mora monstruosamente gruesa, la dijo: «¿Cómo, perra, estás tan medrada y flacos mis perros? Sin duda que los que cuidan de sus raciones te dan á ti la carne con que te has rellenado; y, pues, ésta tu carne es de mis perros, y á ti es imposible que te deje de ser penoso tanto peso, yo quiero que me debas el alivio, con lo cual quedarás sin tanta carga, y mis perros restituidos en lo que se les ha robado»; y en seguida mandó que á la mora la fuesen quitando pedazos de carne y echándoselos á los perros, hasta que murió poco á poco en aquel bárbaro suplicio. Conjuráronse al cabo unos alcaides para acabar con el tirano, no pudiendo tolerar ya sus desmanes; pero como es falsa de naturaleza aquella gente, por más que se juraron el secreto, no faltó alguno que delató á los demás; é Ismael mandó á sus negros que le prendiesen, no sólo á los conjurados, sino á todos sus descendientes, hasta la quinta generación, sin perdonar las mujeres ni aun los niños de pecho. Observaron la orden puntualmente, y puestos en su presencia