ejército copioso en las cabilas bárbaras que le seguían, y marchó con él hacia Fez, que apenas hizo resistencia, y se rindió á su poder lo mismo que toda la comarca. Continuó luego por algún tiempo afirmando y extendiendo su poder, y de todo el Mogreb-alacsa se le reunieron muchos soldados á la fama de su valor, que hacía tiempo no tenía igual en África. En este punto las cosas, fué cuando recibió la embajada de los ciudadanos de Marruecos, y cuando, marchando contra el débil y aborrecido Muley-Becr, se apoderó sin esfuerzo alguno de la cabeza del imperio. Entró Muley-Arraxid en Marruecos en medio de las aclamaciones de los ciudadanos, que le tenían por verdadero xerife, corriendo el año de 1668. Mandó luego cargar de cadenas al destronado Muley-Becr y á los pocos alcaides que le habían servido, y á él y á ellos los hizo decapitar públicamente. No paró en esto su saña contra aquellos usurpadores; antes bien, para aparentar ser mejor xerife y vengador de aquella familia extinta, hizo desenterrar el cadáver de Muley-abdelquerim y quemarlo en una plaza. Luego nombró por lugarteniente suyo en Marruecos á su sobrino Muley-Mohammed, y, reservándose el título de sultán ó emperador, él al frente de su ejército continuó la carrera de sus conquistas. Favorecido siempre por la fortuna embiste y rinde á Salé y Rabat, que, al parecer, habían vuelto á declararse independientes; entra por tierra de Sus, y todos los pueblos obedecen su ley; subyuga ó extermina, no sin recios combates, á los moros rebeldes, que ocupaban ciertos pasos del Atlas, descendientes éstos, según algunos, de más de cincuenta mil cautivos cristianos, que Yacub el vencedor trajo de España y empleó en la fábrica de Marruecos; y
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