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APUNTES

de sus hechos y guerras que mantuvieron; pero faltan datos claros y seguros, y no es lugar ni ocasión ésta para dilucidar las dudas que esa falta sugiere. Baste saber que ya en los tiempos de Yugurta y de Boco, la Mauritania estaba poblada de hombres perezosos en el cultivo, cuanto sueltos y propios para andar en campo huyendo ó peleando, según el trance y la fortuna: jinetes extremados, astutos, inquietos y despojadores de caminantes. Espectáculo ciertamente maravilloso el que ofrece lo pasado, cuando nos muestra naciones sujetas á unas propias calidades en tan largos días y bajo el imperio de tan diversos cultos y razas. «Región de pequeña estimación, decía ya nuestro Pomponio Mela[1], y que apenas de ella se conoce cosa señalada: habitada de aldeas y bañada de humildes ríos; más noble por la naturaleza de su suelo que por el valor de sus habitadores, con su flojedad desacreditados.» Y es seguro que con leer á éste y otros geógrafos é historiadores antiguos, pudo saber antes nuestro Mármol lo esencial de las costumbres de la parte de África que visitó tan laboriosamente, por lo mismo que lo que él nos dejó en su descripción podría excusar muchas investigaciones después de tres siglos. Mientras Cartago llena el mundo con su nombre, siendo teatro de tantas glorias primero, y de tan grandes desdichas al cabo; mientras el númida cruza los campos de Italia y España peleando en Cannas ó Numancia bajo tan distintas banderas, de Mauritania y sus hijos nadie oye hablar, ni se curan ellos tampoco de entender en otras cosas que las suyas

  1. Pomponio Mela, traducido por González de Salas.— Sancha, 1789.