Xeque, hallamos al Cidan ocupando solo el imperio. El P. Guadalajara, conjetura que el descontento de los moros por la entrega de Larache le impidió al mismo Adballah suceder á su padre. Supónese que aquel incansable y valeroso príncipe se refugió, después de vencido una vez más, en Sus, perseguido por Muley Cidan; y allí comenzó á propalar profecías y hacerse el santo entre los rudos naturales, tocando un adufe por los aduares y llamando los verdaderos creyentes á sus banderas, hasta que reunió un corto escuadrón de soldades, con el cual renovó la guerra. Fuéle al principio favorable la fortuna y derrotó á un capitán de Muley Cidan, apoderándose de la ciudad de Agher. Pero no tardó en revolver su tío Muley Cidan sobre él, con tan poderoso ejército, que al fin lo deshizo y le dio muerte; hombre éste Abdallah cruel, pero valiente y sagaz como el que más de los que tuvieron fama de grandes en su tiempo. Atribuyese la superioridad que tomó al fin Muley Cidan sobre sus rivales[1] al auxilio que le dieron doscientos aventureros ingleses, que un cierto Juan Gifford gobernaba. De los demás hijos de Muley-Xeque, que vinieron á España con él, nada se sabe de cierto. Entretanto, no cesó por parte de Muley Cidan y de Felipe III la enemistad, nacida del auxilio que este rey prestara á Muley-Xeque. De esta enemistad se originó en los moriscos, rebelados al llevarse á efecto el duro decreto de su expulsión, la loca idea de proponerle que pasase á España y, con ayuda de ellos, la conquistase. Oyó el Cidan con indiferencia este partido desesperado, y se contentó sólo con estimular á sus súbditos á que se
- ↑ Véase el Manual del oficial en Marruecos.