entre los caballeros de España, y él cumplió como bueno con su patria adoptiva, muriendo en Flandes, donde pasó á servir en nuestro ejército[1]. Tampoco dejó empeñada Muley Ahmed ninguna guerra extranjera, porque los bárbaros del centro del África estaban vencidos y sojuzgados, y después de la victoria de Alcazarquivir, nada había querido emprender contra los cristianos, ni siquiera la reconquista de las plazas portuguesas que muchos de sus alcaides le proponían, creyéndola fácil después del desastre ocurrido. Luego la corona portuguesa vino á poder del monarca español, y con ella las plazas de Ceuta, Tánger y Mazagán, que aún poseían nuestros vecinos, porque Arcilla, abandonada ya hacía algunos años, y cobrada sólo por D. Sebastián para hacer más fácil la jornada, no se conservó después. Muley Ahmed perseveró hasta el fin en la amistad de los españoles, y éstos, por su parte, tampoco pensaron en turbar la felicidad de su reinado. Pero la paz interior y exterior, que había sabido conquistar y conservar Muley Ahmed, desapareció de repente á su muerte. Proclamóse el parricida Muley Cidan con gran pompa por soberano en Fez, y en seguida envió un renegado de confianza que le servía de barbero á Mequinez, con gruesas sumas de dinero, á fin de que sedujese á los alcaides que guardaban en Mequinez á Muley-Xeque, y entregasen al príncipe preso en sus manos. Respondieron al renegado los alcaides que Muley-Xeque «era su rey natural[2] después de la muerte del padre, y ellos
- ↑ Quintana: De la antigüedad y grandeza de Madrid. Lib. iii, cap. xxxv.
- ↑ Tomo casi todas las noticias que siguen acerca del reinado de Muley-Xeque de la Quinta parte de la historia pontifical, del <span title="P. F. Marcos de Guadalajara y Xavier, el cual las había ya publicado en un libro aparte, titulado Predición y destierro de los moriscos de Castilla hasta el valle de Ricote, con las disensiones de los hermanos xerifes y presa en Berbería de la fuerza y puerto de Alarache." class=tipeo>