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la ley de 3 de Julio, la reunión próxima de una convención nacional; la disolución del Congreso así que se tuviere conocimiento oficial de la instalación de aquella; la guerra civil que alzaba la rebelión por una parte, y por otra la guerra estrangera, colocaban al país en una situación que se agrababa con la decadencia del comercio y los excesos del ajio y con el mal éxito de las negociaciones diplomáticas entabladas para terminar la contienda con el Imperio. Las pasiones políticas se hallaban exaltadas. El Gobierno Nacional caía enlutando el corazón de unos y vistiendo con colores alegres las ambiciones de otros. Los numerosos amigos de un orden de cosas que databa desde 1821, se sentían sin apoyo y se consideraban entregados por la renuncia del Sr. Rivadavia á las consecuencias de una reacción que comenzando por las formas había de llegar hasta las ideas. Para calmar estos temores y para templar el ardor de los partidos, revistiéndose el Sr. Rivadavia de esa grave tranquilidad que mostró tantas veces en los momentos críticos, dirijió al país las siguientes palabras que se deslucirían con cualquier comentario:

"Argentinos: No emponzoñeis mi vida haciéndome la injusticia de suponerme arredrado por los peligros, ó desanimado por los obstáculos que presenta la majistratura que me habéis conferido. Yo