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Al pié de este voto escribieron sus nombres, Moreno, Chiclana, Vieites, Passo, Belgrano, Castelli, Alberti, Larrea etc. etc, y D. Bernardino Rivadavia.

Desde ese instante, estos hombres audaces echaron sobre sus reputaciones una responsabilidad que se mantendrá llamada á juicio mientras exista la historia. Terrible situación, que es como el castigo de quienes se elevan tan alto que alcanzan á tocar la fama.

Uno de los primeros episodios de la cuestión nacional, obligó al Dr. D. Mariano Moreno á renunciar el cargo de secretario de la Junta gubernativa, á mediados de Diciembre de 1810. Aquel hombre de genio, á quien sus contemporáneos llamaron el Marcelo argentino, dejó un vacío difícil de llenar.

El secretario de la primera Junta había impreso carácter y dado fisonomía democrática á la revolución y echado al pueblo en la vía del entusiasmo, con una elocuencia de que dan testimonio estas palabras memorables de uno de sus decretos: "un habitante de Buenos Aires, ni ebrio ni dormido debe tener inspiraciones contra la libertad de la patria."

El puesto dejado por el Dr. Moreno debió ser ocupado necesariamente por una persona de su mismo temple, y capaz de dar comienzo á la reforma