disponían á mostrar la repugnancia que les causaba el gobierno de origen metropolitano. Contando con la simpatía de sus compatriotas, arrojan á Cisneros de su asiento y colocan en su lugar una junta de nueve individuos suficientemente autorizada para gobernar provisionalmente el vireinato hasta la reunión de un congreso general formado de los diputados de todas las provincias.
Este hecho que contamos como el primero en las glorias de nuestra carrera política, tuvo lugar el 25 de Mayo de 1810.
La revolución de ese día fué verdaderamente popular y sin derramamiento de sangre. Intervino en ella la razón, no la violencia. Las puertas del Cabildo habían permanecido abiertas muchas horas á la principal y mas sana parte de este vecindario, convocado con el fin de opinar acerca de las modificaciones que la situación exijia en el gobierno. El Obispo, los Oidores, los generales de ejército, el Asesor, todos los empleados de nota, fueron escuchados y consignaron sus opiniones en un rejistro bajo sus firmas. El comandante del batallón de Patricios fué quien arrastró la opinión de la asamblea, y mereció el aplauso de la multitud reunida en la plaza, declarando en su voto que el pueblo era el único que podía conferir la autoridad y el mando.