primeros días de nuestra revolución en las magníficas estrofas de la marcha nacional argentina. Himno sagrado que repetimos en las grandes conmemoraciones patrias, puestos en pié y con la cabeza descubierta por respeto á la santidad de los conceptos y á la sangre de nuestros mártires: — ¿Cuánto no habrá contribuido á alentar el esfuerzo de nuestros viejos soldados desde las márjenes del Plata hasta los torrentes del Ecuador? Vosotros, señores, conoceis las emociones que en la niñez y en la edad madura produce en todo pecho argentino ese himno para nosotros inmortal. Yo he comprendido todo su poder y toda su influencia cuando me he sentado á la orilla del Maipú y á las faldas del Pichincha. El agua que corría, la brisa que pasaba por mis cabellos, me traia los versos patrios del poeta como si saliesen de las tumbas de nuestros guerreros que pelearon allí por la libertad de dos repúblicas hermanas. Ah! señores, el molde en donde se vaciaron tan sublimes y armoniosos pensamientos tiene ya en esa fria tierra la almohada de la noche sin dia siguiente.
Ah! y cuán sin vanidad era en medio de una gloria tan envidiable! El premio de merecerla, consistía, para él, por bendición del cielo, en encontrarse estimulado para obrar bien, para amar mas,