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tomar una parte activa en ellas, dejando la jestion de los negocios de estado á cabezas mas audaces ó á personas mas presumidas de entender la táctica de los movimientos gubernativos. El era uno de esos pocos hombres con que contamos en estos países para que se coloquen a la cabeza de la falanje científica que es preciso organizar alguna vez para sacar de la pereza en que yacen las fuerzas de la naturaleza y devolverlas activas á las necesidades de un pais que se desarrolla como un niño bien constituido, — á pasos de gigante.

Si hay un consuelo para los amigos del Dr. Vilardebó al verle detenido en la vida, no por el cansancio de los años sino por el veneno traidor de una epidemia inesperada, es sin duda la idea de que ha sucumbido en el lugar de honra á donde le llamaban sus deberes. La actitud del médico que sucumbe al mal que en aquel momento combate, es mas modesta, pero no menos meritoria que la del soldado que dá la vida en su puesto. Nosotros, sin embargo, colocamos al Sr. Vilardebó mas arriba de los héroes de espada, dándole el lugar que merece entre los hombres sabios y rectos que se sacrifican por la humanidad. Tenemos á la vista la carta de un digno y respetable europeo que ha tratado al Dr. Vilardebó hasta sus últimos instantes y