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un pimpollo, una promesa, pero no una esposa. No hay alli como en la Araucana, por ejemplo, madre alguna que arroje el hijo á su cobarde compañero; ni una Glaura, ni una Tegualda en fuerte hora nacida, «espaciosa de pecho y de dientes engastados en fino coral.» En aquel Edén de poesía no hay una sola Eva.

Notaremos también algunas contradicciones en el carácter de Iguazú. En su bella y sentida canción que hemos traducido habla ella del amante querido. ¡Habíase despertado en su corazon el sentimiento del amor de esposa cuando no era todavía una muger, cuando todavía, según la poética espresion del autor, no había abierto el broche á los besos del colibrí aquella azucena silvestre! ¿Sientan bien, por otra parte, las sombras de la melancolía sobre aquella tierna niña, siendo así que las aflicciones de esa dolencia vaga del alma son fruto por lo general de cierta esperiencia de la vida y del ejercicio de la sensibilidad?

Algo podiamos añadir á esta crítica en cuanto al uso de lo maravilloso que el autor ha introducido en la máquina de su poema. El sueño de Jagoanharo le permite al poeta desenvolver las pájinas de la historia futura de su patria; pero por mas elevación que haya logrado dar á la intervencion de