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bárbaros, de la creencia disidente de los franceses parciales de Coligny que habían llegado á aquellas playas a fundar una Francia antártica, y de la doctrina católica, profesada por los lusitanos y predicada por los misioneros, pone en boca de los caciques, de Anquieta y de Ernesto, instructivos discursos en apoyo de las respectivas creencias de estos, y en los cuales se ventila á veces con novedad la sofística cuestión planteada por Rousseau sobre si es ó no propicio á la felicidad del individuo el progreso de la cultura social. He aqui de que manera el sábio Anquieta comprende la tarea que á él le cabe para la dicha de sus semejantes como soldado pacífico de la conquista:
- .................No, lusitanos!
- otra es nuestra misión. La luz de Europa
- no sus errores difundir debemos
- en esta tierra santa, hospitalaria,
- debe al amparo de la cruz sembrarse
- la justicia y la paz entre los hombres.
- Levantemos la cruz, la cruz, del Cristo,
- Signo de redención que en otro tiempo
- allá en el capitolio salvó á Roma,
- cual la arca santa que arrancó al diluvio
- la prole antigua. De la cruz en torno