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severamente á esas impúberes esposas que segun sus usos tenían derecho de elejir. No eran tan brutos ni lascivos que cojiesen fuera de sazon los frutos del amor. Amaba Aimbire á su tierna esposa como un lirio próximo á abrir su mimoso cáliz á los besos del colibrí.

Iguazú traia al volver á su tribu inoculadas en el alma las verdades del evanjelio. Su esposo mismo no podia resistir á las tentaciones de aquel nuevo misionero cuya palabra llegaba con los écos simpáticos al fondo de su alma. Así, cuando llegaron Anquieta y Nóbrega á inducir á los Tamoyos á la paz y á la adopción del evanjelio, con discursos llenos de elocuencia y de unción, vieron que á imitación de la india convertida, todos aquellos adoradores de Tupan se postraban en el polvo de los desiertos en donde por primera vez se consumaban los misterios del cristianismo.

La ambición del conquistador vino á despertar de nuevo en el ánimo de los Tamoyos los resentimientos y la innata inclinación de la independencia, burlando los pacíficos esfuerzos de los misioneros. Las naves de Mendo de Sá presentanse preñadas de soldados y muerte para echar á los franceses, aliados de los Tamoyos, del país de Nitheroy y fundar la capital de Rio de Janeiro.