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- Con albor macilento al indio vate,
- Mientras con esa luz contrasta el rojo
- Resplandecer de las hogueras que arden.
- Apenas si interrumpe allí el silencio
- El blando soplo de nocturnas auras
- Que estremecen las hojas murmurando.
- Sacro horror de los pechos se apodera
- De cuantos allí están. Remeda el bardo
- Fantasma aparecida en un ensueño,
- Ó maléfico génio que se antoja
- En solitaria noche al peregrino.
- Despavoridos ojos por el campo
- Vibra, y despues en el cenit los clava.
- Levanta hacia los cielos ambos brazos
- Y con potente voz, ronca, espantosa
- Entona asi su cántico de guerra:
- «Gloria, gloria á Tupan, su voz resuena
- Desde la choza erguida en la montaña
- Hasta la oscura cueva de las fieras.
- «El cielo es de Tupán, la tierra es nuestra;
- Con sangre la regaron nuestros padres
- Y nos toca morir para vengarlos.
- «Fueron nuestros mayores el azote
- Del terrible aimoré que carne viva
- Devora, y bebe nada mas que sangre.