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colegio Bonaerense, se componía de dos preceptores de latinidad, de los cuales uno debía enseñar la retórica; de un maestro de filosofía y tres de teología. Estas cátedras reunidas y aumentadas tal vez en número, pasaron á formar el colegio de San Carlos en donde desde el año de 1783 se educaron los hijos de Buenos Aires que no querían ó no podían trasladarse á la antigua universidad de Córdoba.

La enseñanza de la lengua latina se mantuvo á la altura de las necesidades de la escolástica, hasta que la fortuna trajo al país al presbítero D. Pedro Fernández, literato imbuido en las bellezas de los clásicos latinos, á cuya difusión entre los jóvenes se consagró durante cinco años desde el de 1790.

Fué en la escuela de este hombre útil y modesto, en la que se inició el Sr. Rivadavia en los rudimentos del saber, según la disciplina ordinaria. El mérito del maestro se mide por la gratitud que le conserva el discípulo.

"Mientras el Sr. Rivadavia tuvo influencia en los destinos de nuestro país (dice el ilustrado editor del Triunfo Argentino) se hizo un deber en protejer al viejo presbítero que había sido su maestro: razgo noble que le agradecemos en lo mas profundo de nuestra alma."

El pobre anciano Fernández, entendido en