dad, no puede usted estarlo. Al fin y al cabo trabaja usted para los ricos, para aumentar el confort y el lujo que los rodean. Luego, usted me ha dicho muchas veces que el hombre debe amasarse su pan, y usted lo que hace es ganar el dinero con que lo compra. ¿Por qué no aplica usted estrictamente a su conducta sus principios? Debe usted seguirlos fielmente; es decir: en lugar de pintar los techos de los templos, debía usted amasar por sí mismo su pan cotidiano; labrar, sembrar, segar... o hacer algo que tenga relación directa con la agricultura; pastorear, cavar, construir casas campestres... Ha de saber usted que me pirro por la agricultura...
Abrió un armarito que había junto a su mesa-escritorio, y añadió:
—Voy a revelarle a usted un gran secreto. Para eso he sacado esta conversación. Aquí tiene usted mi biblioteca agrícola. En ella encontrará usted libros que tratan del cultivo de los campos, del de los jardines, de avicultura, de apicultura, de cría pecuaria. Lo leo todo con sumo interés, y me atrevo a decir que lo conozco bastante bien. Mi sueño dorado, sépalo usted, es irme, en primavera, a nuestra Dubechnia, y dedicarme allí a la vida agrícola. ¡Qué delicia! Claro es que el primer año no podré hacer gran cosa: me orientaré, estudiaré la agricultura prácticamente... Pero al otro año intervendré en todo, mejor dicho, lo dirigiré todo, con la mayor energía, se lo aseguro a usted. Mi padre me ha prometido cederme la