Página:Anton Chejov - Historia de mi vida - Los campesinos.djvu/79

Esta página ha sido corregida

74

A la noche siguiente, me puse mi traje nuevo, y muy turbado me dirigí a casa de la señorita Dolchikov.

El criado que me abrió la puerta no me pareció ya tan terrible ni el mobiliario tan lujoso como la mañana memorable que visité al señor Dolchikov para pedirle un empleo.

María Victorovna, prevenida por Blagovo de mi visita, me acogió como a un antiguo conocido y me estrechó cordialmente la mano.

Llevaba una bata gris de mangas perdidas, y los cabellos peinados a la moda no conocida aún en la ciudad y que se llamó luego "orejas de perro" porque los cabellos cubrían las orejas. María Victorovna era bella y elegante, pero no parecía muy joven: representaba treinta años, aunque en realidad sólo tenía veinticinco.

—¡Estoy agradecidísima a nuestro querido doctor!—me dijo, invitándome a sentarme—. Sin su intervención no habría usted venido a casa. Me aburro mortalmente. Mi padre se ha ido, dejándome sola, y no sé cómo pasar el tiempo en esta ciudad.

Luego me preguntó dónde trabajaba, dónde vivía, cuánto ganaba.

—¿No gasta usted más que lo que gana?—inquirió.

—Nada más.

—¡Qué feliz es usted!—suspiró—. Se me antoja que todo el mal proviene de la ociosidad, del aburrimiento, del vacio del alma, inevitable cuando