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de nosotros debe resolver por sí mismo la cuestión del bien y del mal. Por otra parte, nada nos indica que la humanidad evolucione con rumbo al bien. Junto al desarrollo de las ideas humanitarias contemplamos el de ideas de muy distinto género. La servidumbre ha sido abolida; pero en su lugar yergue la cabeza el capitalismo. Y en plena floración de las ideas emancipadoras, la explotación del hombre por el hombre sigue su curso: exactamente igual que en la Edad Media, la minoría continúa alimentándose, vistiéndose y haciéndose defender por la mayoría, que continua hambrienta, desnuda y sin defensa.

—Pero no se puede negar que la humanidad mejora de día en día.

—No lo veo. Las injusticias más atroces subsisten al lado de las más nobles corrientes de ideas y del desenvolvimiento de la ciencia y del arte. El arte de explotar al prójimo se desenvuelve al unísono de las demás artes. Es verdad que la servidumbre ha sido jurídicamente abolida; pero la hemos resucitado, revistiéndola de otras formas más refinadas, y nos hemos hecho bastante inteligentes para justificarla con toda suerte de sofismas. Pese a todas las nobles ideas de que hacemos gala, si la gente pudiera encargar de sus funciones fisiológicas más desagradables a sus servidores, lo haría sin titubear; y para justificarlo, argüiría que los sabios, los artistas, los pensadores, no pueden malgastar su precioso