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Lucas.—¿Qué manda el señor?

Smirnov.—Tréame una copita de vodka... ¡y date prisa! (Lucas sale.) ¡Dios mío, qué cansado estoy! (Se mira al espejo.) ¡Y qué guapo! Cubierto de polvo, con las botas sucias, con la cara no mucho más limpia que las botas, con briznas de paja en la cabeza... Debo de haberle parecido un bandido a la viudita ésta. (Bosteza.) No es muy correcto presentarse así en un salón; pero me tiene sin cuidado... No he venido aquí como galán, sino como acreedor. Puede pensar de mí lo que le dé la gana; me es com-ple-ta-mente i-gual...

Lucas. (Entra con una copa de vodka en una bandeja.)—Permítame el señor que le diga que no tiene derecho...

Smirnov.—¿Qué?

Lucas.—Nada... quería solamente...

Smirnov.—¿Te atreves a hablarme, idiota?... Si vuelves a abrir la boca...

(Lejos, balbuceando, se retira.)

Smirnov.—¡Viejo imbécil! ¡Bribón! ¡Granuja! ¡Canalla! ¡Se atreve a hablarme! ¡Me ahoga la ira! Si me ciego, le rompo la crisma a quien se me ponga por delante. (Bebe. Luego grita:) ¡Muchacho, otra copa!