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La respuesta del funcionario sorprendió dolorosamente a los artistas: el padre de Macha decía que renegaba de su hija, que no le perdonaría nunca el "haberse casado con un zascandil idiota, con un ser inútil y ocioso".

Al día siguiente, la joven le escribía a su padre:

"¡Papá, me pega! ¡Perdónanos!"

Sí, Fenoguenov le pegaba, en el escenario, delante de Limonadov, de la doncella y de los lampistas. No le podía perdonar el chasco que se había llevado. Se había casado con ella, persuadido por los consejos de Limonadov.

—¡Sería tonto—le decía el empresario—dejar escapar una ocasión como ésta! Por ese dinero sería yo capaz, no ya de casarme, de dejar que me deportasen a la Siberia. En cuanto te cases construyes un teatro, y hete convertido en empresario de la noche a la mañana.

Y todos aquellos sueños habíanse trocado en humo: ¡el maldito padre renegaba de su hija y no le daba un cuarto!

Fenoguenov apretaba los puños y rugía: —¡Si no me manda dinero le voy a pegar más palizas a la niña!...

La compañía intentó trasladarse a otra ciudad a hurto de Macha y zafarse así de ella. Los artistas estaban ya en el tren, que se disponía a partir, cuando llegó la pobre, jadeante, a la estación

—He sido ofendido por su padre de usted—le declara Fenoguenov—, y todo ha concluído entre nosotros.