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—Una historia de amor—contesta con voz moribunda la enferma—, una anécdota...
Vasili Stepanovich hasta bailaría de coronilla con tal de ahuyentar los pensamientos tristes de su mujer.
—Bueno; voy a imitar a un relojero judío.
El amante esposo pone una cara muy graciosa de judío viejo, y se acerca a la enferma.
—¿Necesita usted, por casualidad, componer su reloj, hermosa señora?—pregunta con una pronunciación cómicamente hebrea.
—¡Sí, sí!—contesta Lisa, riendo y alargándole a su marido su relojito de oro, que ha dejado, como de costumbre, en la mesa de noche—. ¡Compóngalo, compóngalo!
Vasili Stepanovich coge el reloj, le abre, le examina detenidamente, encorvado y haciendo muecas, y dice:
—No tiene compostura; la máquina está hecha una lástima.
Lisa se ríe a carcajadas y aplaude.
—¡Muy bien! ¡Magnífico!—exclama—. ¡Eres un excelente artista! Haces mal en no tomar parte en nuestras funciones de aficionados. Tienes talento. Más que Sisunov. Sisunov es un joven con una vis cómica admirable. Sólo el verle la cara es morirse de risa. Figúrate una nariz apatatada, roja como una zanahoria, unos ojillos verdes... Pues ¿y el modo de andar?... Anda de un modo graciosísimo, igual que una cigüeña. Así, mira...