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El médico se va, la vela se apaga y de nuevo se oye el rechinar de dientes del moribundo.
—Bu-bu-bu-bu...
Media hora después se detiene un coche ante la casa; lo envían los señores para llevar a Efim al hospitail. A los pocos momentos el coche se aleja, conduciendo al enfermo.
Pasa, al cabo, la noche y sale el Sol. La mañana es hermosa, clara. Varka se queda sola en casa; su madre se ha ido al hospital a ver cómo sigue el marido.
Se oye llorar a un niño. Se oye también una canción:
A Varka le parece su propia voz la voz que canta.
Su madre no tanda en volver. Se persigna y dice:
—¡Acaban de operarle, pero ha muerto! ¡Santa gloria haya!... El doctor dice que se le ha operado demasiado tarde; que debía habérsele operado hace mucho tiempo.
Varka sale de la casa y se dirige al bosque. Pero siente de pronto un tremendo manotazo en la nuca. Se despierta y ve con horror a su amo, que le grita:
— ¡Mala pécora! ¡El nene llorando y tú durmiendo!
Le da un tirón de orejas; ella sacude la cabeza,