Y haciendo visibles esfuerzos para no dejarse arrastrar por la cólera, les volvió la espalda a los campesinos y se fué.
Cuando llegó a casa, Rodion oró ante el icono; se quitó las botas y se sentó en el banco, junto a su mujer.
—Sí...—dijo tras un corto silencio—. Acabamos de toparnos con el ingeniero... Ha visto al salir el Sol a las mujeres de la aldea... Y está enfadado porque no les llevan setas a su mujer y a sus hijos... Luego me ha mirado y me ha dicho no sé qué de relaciones... Sin duda quieren ayudarnos... Como están enterados de nuestra miseria... ¡Dios se lo pague!
Estefanía se persignó y suspiró.
—Son unos señores muy buenos... Ven nuestra pobreza y quieren hacer algo por nosotros. La Santísima Virgen nos envía ese auxilio para nuestra vejez...
El 14 de septiembre era la fiesta del Patrón de la aldea. Los Zichkov, padre e hijo, atravesaron el río muy de mañana, se metieron en la taberna y volvieron por la tarde borrachos perdidos. Paseáronse un rato por la aldea, cantando y jurando; se pegaron luego, y, por último, corrieron a la finca del ingeniero para querellarse uno contra otro.
Entró delante Zichkov padre con un garrote en