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vosotros me habéis hecho, pagar cinco rublos porque mis bestias han pasado por vuestro prado. ¿Es eso justo? ¿Se portan así los buenos vecinos?

Hablaba con voz suave, sin cólera, esforzándose en convencerlos.

—No, las gentes honradas—prosiguió—no obran así. Hace una semana me robasteis del bosque dos encinas jóvenes. ¿Por qué me hacéis daño a cada paso? ¿Qué queja tenéis de mi? ¡Decídmelo, en nombre de Dios! Yo y mi mujer hacemos cuanto nos es dable por sostener con vosotros buenas relaciones, ayudamos a los campesinos en la medida de nuestras fuerzas. Mi mujer es muy buena y nunca le niega nada a nadie. No piensa sino en seros útil a vosotros y a vuestros hijos, y vosotros nos devolvéis mal por bien. ¡No, eso no es justo, amigos míos! ¡Consideradlo, os lo ruego! Nosotros os tratamos de un modo muy humano, y es preciso que vosotros nos paguéis en la misma moneda...

El ingeniero siguió su camino.

Los campesinos permanecieron algunos instantes parados. Luego se cubrieron y continuaron andando.

Rodion, que entendía lo que le decían, no como debía entenderse, sino a su manera, suspiró y dijo:

—Sí, habrá que pagar. ¿No habéis oído lo que ha dicho? "Es preciso que nos paguéis en la misma moneda."